La proyección política de Jacques Maritain en el siglo XXI

La últimas décadas del siglo XX A medida que la dirección del INEHCA y los amigos de Diàlegs me han insistido en presentar por escrito la exposición que hice en la mesa redonda que tuvo lugar el 4 Noviembre de 2003 me he visto obligado a cambiar el título inicial[1]. La mesa redonda llevaba por título La influencia de Jacques Maritain y en ella me correspondió presentar la influencia en el conjunto de los partidos demócrata-cristianos españoles y europeos. En lugar de redactar unas páginas sobre esta influencia de la que ya hay constancia escrita en numerosas y acreditadas publicaciones[2] las he decidido redactar sobre su proyección política en el siglo XXI. Mi acercamiento a Maritain no se produjo a través los estudios reglados de Historia de la Filosofía Contemporánea a principios de los años ochenta en los que terminé lo que entonces se llamaba el segundo ciclo de Filosofía. Fue nada más terminar la carrera y por el contacto que mantenía con Carlos Díaz, quien no sólo me permitió hacer las prácticas en su instituto sino que me invitó a que escribiera el volumen del personalismo que por entonces él coordinaba para la Editorial Cincel. Fue un reto importante porque me veía obligado a resumir toda la historia del personalismo en apenas 200 páginas. Hoy sabemos que aquella colección se amplió por el interés que despertó y dedicó números monográficos a Maritain, Levinas o Zubiri, pensadores que, en un principio, sólo tenían cabida en la colección en un libro que llevaba por título Un humanismo del siglo XX. El personalismo.[3] De estos años, un momento importante fue el verano de 1981 cuando Eugenio Nasarre organizó en la UIMP un curso que prepararía el centenario de su nacimiento (1882). El curso llevaba por título “Jacques Maritain: su teoría de la sociedad democrática, hoy”, en él se dieron cita personajes importantes que hicieron balance de la presencia de Maritain en Chile (el ex ministro Jaime del Castillo), en Venezuela (Rafael Caldera), en Francia (Jean Lecat, Marcel Merle, Etienne Borne), en Cataluña (Ramón Sugranyes), en Italia (Roberto Papini, Antonio Pavan) y en el conjunto de España: Fernando Álvarez de Miranda, Juan García Barbón e Iñigo Cavero. Este último ha sido quien ha representado a la sección española del Instituto Maritain y quien de forma persistente ha reivindicado su actualidad para la formación de cuadros sociales, culturales y políticos. Fueron tiempos en los que arrancaba el Instituto Emmanuel Mounier y donde se iniciaba todo un programa de trabajo en el que se mantendría el interés filosófico, cultural y socio-político por Maritain. Un interés filosófico que contrastaba con el desinterés político que tenían las distintas familias de políticos demócrata-cristianos o social-cristianos. Aquellos políticos que articularon la UCD estaban más preocupados por consolidar la democracia y clarificarse estratégicamente que por tener banquillo y cantera para sus proyectos. Esta preocupación se mantenía de manera especial en la Cátedra Cristianismo y Vida Pública que, con la ayuda de la Fundación Humanismo y Democracia, organizaba periódicas sesiones de trabajo sobre temas de interés social, político y religioso. Con el esfuerzo de su director, el profesor Juan María Laboa, la influencia política de Maritain estaba en el trasfondo de los seminarios cuando planteábamos las bases éticas y políticas de la presencia de los cristianos en la vida pública. También en 1986 se celebró el cincuentenario de la publicación de Humanismo Integral y con este motivo el CEU San Pablo de Madrid y el Instituto Internacional Jacques Maritain organizaron un seminario sobre su obra[4]. Un año más tarde aparecía el volumen que la editorial Cincel le dedicó con el título El pensamiento de Jacques Maritain, con la autoría formal de Juan Ramón Calo y David Barcala pero con la autoría real de Carlos Díaz quien coordinó y redactó el texto[5]. Estos fueron dos momentos significativos en el mantenimiento del interés por Maritain dentro de la cultura política española. En el ámbito jurídico y académico de los años ochenta, Maritain es reivindicado de una manera muy especial por el entonces profesor-diputado y hoy rector de la Universidad Carlos III, Gregorio Peces Barba. Digo de una manera “especial” porque con Maritain arrancaba y se constituían las bases filosófico-jurídicas para organizar espacios de investigación sobre los derechos humanos. Además, para este profesor, Maritain desempeñaba dos papeles importantes en aquel momento cultural y político: por un lado era un “símbolo” para tomar distancias con el catolicismo del régimen de Franco, un régimen que despreció el catolicismo “liberal” del pensador francés. Por otro lado, era un “puente” entre el antiguo mundo académico de la filosofía jurídico-política donde se profesaban escolásticas neotomistas y el nuevo mundo académico de la filosofía del derecho donde se profesaría el “iusnaturalismo positivista” de los derechos humanos (que algunos han llamado iuspositivismo). Expectativas de tradición: el personalismo comunitario Cabría pensar que la actualidad filosófica y política de Maritain está condicionada por la apropiación que de él de han hecho los partidos políticos demócrata cristianos, sin embargo, en nuestro país, esa apropiación -cuando se ha dado- no sólo ha estado llena de polémicas y malentendidos más caracteriológicos que conceptuales, sino que ha sido, en líneas generales, más programática que sociológica. En los últimos años del siglo XX, Maritain ha permanecido, entre un conjunto plural de autores, como una referencia genealógica más que una referencia práctica, es decir, como un personaje importante en los orígenes de la democracia cristiana europea, pero una referencia que se ha sabido actualizar cuando se ha intentando responder a los nuevos desafíos políticos. Tampoco ha sido gestionada su presencia desde ninguna asociación o grupo con relevancia social o cultural, como si Maritain no planteara importantes desafíos ante una sociedad civil europea post-metafísica, desnortada de valores y convicciones. Una sociedad civil que no es la de los años 60 y 70 como se pensaban los responsables de formación de los partidos demócrata cristianos que han intentado continuar la obra de Maritain en los años 90. Hasta hace pocos años, sólo había
Fake News y Edad Media

¿Se puede hablar de fake news en la Edad Media? ¿Puede un problema tan fragoroso y actual tener algo que ver con la época de los austeros monasterios? Sería mejor abandonar la idea de una Edad Media caracterizada por solemnes silencios y sagrados coros gregorianos y aceptar una sugestión sonora totalmente diferente: el Medievo es la época del ruido. La sociedad medieval es viva, activa, palpitante y produce una enorme cantidad de ruido: un conjunto de voces, de gritos y de susurros proceden de los mercados, de las cortes y de los ambientes del saber. Muchas de esas voces relatan noticias y un exorbitante número de esas noticias son falsas. A este respecto la Edad Media posee un primado inalcanzable que la distingue de todas las demás eras del hombre. Porque si muchas son las noticias falsas que se crearon y difundieron en este periodo, aún más son aquellas que se han creado posteriormente en torno a ella. No hay época que haya sido tan maltratada como esta. Por tanto, ¿qué debemos hacer los historiadores? Estudiar, apasionarnos y seguir buscando. Los investigadores que participan en esta empresa guiarán al lector por un camino dificultoso entre las falsas noticias que se formaron en este periodo: Francesco Massetti con la Donación de Constantino, Davide Del Gusto con Juan de Mandeville y sus supuestos viajes y Enrique Cantera con el antisemitismo y los libelos de sangre. Otros nos desvelarán algunas llamativas construcciones más contemporáneas sobre grandes personajes medievales; es este el caso de Alfonso Marini y las numerosísimas fake news sobre san Francisco de Asís, de Francesco D’Angelo y la herencia inventada de los vikingos en Norte América y, finalmente, de David Porrinas con el Cid Campeador y su mito viviente. Porque el buen historiador no se da la vuelta cuando se encuentra con una falsa noticia, como si esa fuera la parte pútrida de un fruto maduro. El buen historiador se emociona al encontrarse frente a un bulo medieval porque sabe que queda mucho trabajo por delante; porque sabe que queda mucha Humanidad por conocer.
La conciencia del Parlamento. La extraordinaria vida de Hildegarda Burjan

La biografía de Hildegarda de Burjan podría ser relevante por muchos motivos. Pionera en el parlamento austríaco, una de las primeras doctoras en Filosofía de su época, una brillante labor en política, una valiente apuesta por su maternidad cuando el aborto fue opción… Pero todo queda corto si lo medimos con lo verdaderamente asombroso que cambió su existencia: fue mirada por la Misericordia.
Humanismo, incertidumbre socioeconómica y vértigo tecnológico

Está lejos de toda duda el reconocimiento colectivo de que la transformación digital “a las bravas” impuesto por la pandemia, se alzó como el indiscutible vector de cambio y propulsión de esta nueva sociedad digital alumbrada en el año 2020. La necesidad azuzó el ingenio y aceleró la innovación, preparando el escenario para la presentación en sociedad de tecnologías que se esperaban más tardías, como ha sido la súbita irrupción pública de la inteligencia artificial o los entornos digitales inmersivos. Se trata de nuevos y trascendentes pasos en una carrera tecnológica con trayectoria exponencial, no exenta de controversia y debate moral. A la incertidumbre socioeconómica de una sociedad que se polariza al unísono que las superpotencias sobre el planeta, se ha unido una guerra europea que ha agudizado la tensión económica provocando inflación, así como retardos en las cadenas de suministros. Por si fuera poco, la arrolladora innovación tecnológica parece empequeñecer y desplazar, por primera vez en la historia de la humanidad, el protagonismo intelectual del ser humano, y se conjura en su impacto sobre el empleo y en la posible desaparición de muchos puestos de trabajo. Lo tecnológico se ha instalado en un mundo interconectado y, futuriblemente, artificialmente inteligente. En este contexto, el acertado programa de conferencias sobre el Futuro de la Economía y el Bien Común, de la Fundación Cultural Ángel Herrera Oria, me solicitó impartir la conferencia “Humanismo, incertidumbre socieconómica y vértigo tecnológico”, contando con la presentación del insigne Adolfo Castilla. Ese vértigo tecnológico que percibimos provoca una lógica inquietud entre la ciudadanía, ansiedad por la incertidumbre sobre la pervivencia de modos de vida y de procesos socioeconómicos, así como un irresoluble debate moral sobre el papel de las máquinas en el devenir futuro de la humanidad. La innovación tecnológica que en el pasado liberaba de tareas mecánicas, duras y tediosas y que puso su foco en los sectores extractivo e industrial, ahora amenaza intensamente a las actividades profesionales cognitivas y creativas y a ese amplio sector servicios o terciario de la economía, precisamente el estrato sobre el que se ha asentado el desarrollo de las clases medias y de las profesiones con estudios universitarios. El cercano sentimiento de poder sentirse superfluo en un puesto de trabajo acrecienta los temores y oscurece las perspectivas personales y profesionales de una sociedad algo desnortada por la desinformación, por las sucesivas crisis económicas y por las sacudidas bélico-políticas que han acontecido desde aquel 11 de septiembre que cambió el mundo. En este contexto, Europa, cuyo protagonismo geoeconómico y geotecnológico lleva años en declive frente a la arrolladora tradición innovadora norteamericana y a la determinación de China de alzarse con la primacía tecnológica mundial ha optado por proteger a su ciudadanos, en una suerte de paternalismo hiperregulatorio, anestesiado también por años de laxa política económica y riego de fondos europeos para sostener una economía del bienestar muy hipotecada; y con miedo a superar cualquier línea roja social como las prestaciones por pensiones, el modelo educativo, la estrategia común de defensa, o los compromisos de género y sostenibilidad, frente a otras superpotencias y una larga lista de países (algunos nuevas potencias emergentes y antaño países no alineados en aquella guerra fría entre el capitalismo y el comunismo) que no tienen tantas restricciones sociales. Son muchas las cosas que están cambiando, como la desglobalización y deslocalización tras la desconfianza de lo vivido en la pandemia, con el auge actual del nearshoring y del nacionalismo económico-estratégico, que tiene su reflejo en los propios individuos y en su búsqueda, por ejemplo, de una mayor independencia energética en sus domicilios, cuando no en los criptoactivos, dada la creciente falta de confianza en la palabra de los decisores políticos. Humanismo y vértigo tecnológico se incardinan en un poliedro que recoge también la cuestión demográfica, los empleos del futuro y los empleos sin futuro, así como la decadencia de la cultura del esfuerzo o de la verdad. Una verdad que la tecnología pone en duda ante la manipulación en las redes sociales; pues cada vez es más difícil distinguir entre verdad y falsedad. Y es que la inteligencia artificial tiene innumerables ventajas en todos los órdenes, pero, también, puede utilizarse para manipular y aprovechar la vulnerabilidad de las personas. Es capaz de hacer cosas para las que no ha sido diseñada y reproduce habilidades cognitivas para las que no ha sido entrenada dado que funciona como una red neuronal y por ello nos parece “inteligente”. La tecnología nos va a permitir curar enfermedades, mejorar el modelo educativo, gestionar de modo más eficiente el tráfico de las ciudades, ahorrar muchos recursos energéticos y naturales; pero en el camino transitaremos en un capitalismo asimétrico, con un maridaje de conveniencia entre transformación digital y poder de mercado que debería tener un desarrollo ordenado y presidido por valores para evitar sesgos e injusticias.
Seminario permanente. 4ª reunión SPERTUS: Transición energética y competitividad industrial. MADRID.

La Universidad CEU San Pablo acoge la 4ª reunión del seminario permanente SPERTUS, cuyas ediciones anteriores han tenido lugar en la Universidad de Santiago de Compostela, la Universidad del País Vasco y la Universidad de Oporto. Esta edición cuenta con el patrocinio y coordinación de la Fundación Cultural Ángel Herrera Oria, la USP-CEU, la Xunta de Galicia y la Universidad de Santiago de Compostela. La reunión contó con ponentes de primer nivel como el Emiliano López de Atxura, presidente de Petronor, Naiara Ortiz de Mendibil, secretaria general de SEDIGAS, Juan José López Muñoz, de la Cámara Oficial Minera de Galicia o el coronel Pardo de Santayana. La jornada obtuvo una importante cobertura en prensa.
Presentación de libro. “Benedicto XVI, Qué es el cristianismo. Un testamento espiritual”. MADRID.

El cardenal arzobispo emérito de Madrid, Mons. Antonio María Rouco Varela, acompañado de Raúl Orozco Ruano, teólogo y secretario general de la Universidad Esclesiástica de San Dámaso, nos presenta el testamento espiritual de Benedicto XVI. En él, Elio Guerriero y Georg Gänswein, biógrafo y secretario personal del pontífice, respectivamente, recogen ensayos, cartas y discursos escogidos por el propio Papa en sus últimos años de retiro en el monasterio Mater Ecclesiae para ser publicados tras su fallecimiento. En el libro, publicado por La Esfera de los Libros, se recoge lo esencial del pensamiento de Ratzinger, incluida su postura contraria al positivismo y relativismo actuales, su defensa de la importancia de transmitir la Verdad de la Fe, la razonabilidad de la fe cristiana, así como sus postulados sobre el monoteísmo y las relaciones entre las religiones del libro: cristianismo, judaísmo e islam. Para el cardenal Rouco, Benedicto XVI propone una “luz espiritual”.